Cuando hablamos de la dependencia a determinadas sustancias, muchas veces no tenemos en cuenta que hay fármacos que usados desproporcionadamente, fuera de su contexto y sin un control regular y estricto, pueden ser causantes de un proceso adictivo importante y difícil de controlar.
Éste es el caso de muchos psicofármacos, medicamentos usados para dar respuesta a problemas psicológicos y de conducta, como los ansiolíticos y los hipnóticos que tienen un riego de adicción.
¿La MEDICACIÓN es la SOLUCIÓN?
Cada vez hay más gente que, debido a un ritmo de vida acelerado, a la acumulación de tensiones y a la mala canalización de expectativas y sentimientos, puede desencadenar procesos importantes de ansiedad, insomnio y estrés.
La respuesta a esta sensación de malestar psicológico es, en muchas ocasiones, la medicación. En estos casos, los fármacos son una ayuda, un cojín para encauzar un problema psicológico: ayudan a regular determinados neurotransmisores, y la respuesta a tal acción es una mejora sustancial de los síntomas negativos que percibe el afectado.
PROBLEMAS detectados
Ahora bien, desde hace tiempo nos encontramos con que una serie de elementos crean un problema que cada vez se agudiza más:
- La prescripción de psicofármacos ha de ir acompañada de un tratamiento psicológico adicional. Si no se encuentra la verdadera causa del problema, difícilmente se llegará a una solución, y tampoco se tendrá la posibilidad de eliminar la toma del fármaco (cuya finalidad es la estabilización transitoria del problema, no la medicación crónica).
- La presión por parte de los pacientes hacia los prescriptores obliga en muchos casos a decidir la toma de un determinado fármaco como la primera acción a emprender.
- La adecuación de la posología por parte del paciente, atendiendo a su percepción subjetiva del problema, es una de las causas por las cuales muchos pacientes toman una dosis de medicamento superior a la recomendada.
- En muchos casos, los efectos secundarios se pueden confundir con los síntomas de la propia enfermedad, y por lo tanto disminuye la posibilidad de adecuar el tratamiento o la posología.
- Muchos psicofármacos producen dependencia psicológica y física, y este hecho (que no ha de ser preocupante si el paciente verdaderamente necesita tomar ese medicamento) obliga a que, cuando se tenga que retirar el fármaco (porque el afectado ya no lo necesite), la retirada deba ser lenta y progresiva, lo cual evitará posibles recaídas y el famoso «efecto rebote», que no es otra cosa que la percepción de los síntomas negativos que tenía el paciente antes de iniciar el tratamiento. En los casos en que el paciente decide, por cuenta propia, tomar una mayor dosis de fármaco, la retirada será más difícil y compleja.
- El tema de la automedicación es otro elemento que hemos de valorar. En el caso de los psicofármacos, la automedicación (que incluye también la recomendación a un familiar o amigo de un fármaco que a nosotros nos había funcionado en un momento determinado) aún puede ser más grave, tanto por los efectos que puede causar como por las posibles interacciones con otros medicamentos que se estén tomando.
CONSEJOS
- Debemos evitar siempre la automedicación. No tomar nunca un fármaco de estas características sin el control y asesoramiento del especialista. Consultarle cuando se dé un problema de ansiedad, insomnio, depresión o cualquier otro problema psicológico.
- No mezclemar los psicofármacos con alcohol ni otras drogas.
- No aumentar nunca la dosis del fármaco, ni suspender de golpe el tratamiento por cuenta propia.
- Es importante tener paciencia y creer firmemente en los especialistas. No les presionemos si no nos prescriben rápidamente un fármaco; a veces hay medidas y tratamientos intermedios que ayudan a mejorar la sintomatología y la problemática sin necesidad de la administración inmediata de un psicofármaco.